DANIEL DÍAZ TRIGO

ENTREVISTA

Foto: Ramón Loureiro Calvo

Nombre completo | Ángel Daniel Díaz Trigo

Año nacimiento | 1971

Lugar de nacimiento | Lugo

Estudios | Licenciado en Bellas Artes, Universidad de Salamanca 1995

Actividad fotográfica | Arte

Año de comienzo de actividad | 1990

Estado actual | Activo

Empresa fotográfica y/o colectivo | Ninguno

Sitio web | www.danieldiaztrigo.com

Daniel Díaz Trigo es la primera persona que ganó el Premio Galicia de Fotografía Contemporánea, en esta conversación nos habla sobre su trayectoria y proyectos para el futuro a la vez que aprendemos un poco sobre A Terra Chá, territorio utilizado por Daniel para crecer como fotógrafo, también nos cuenta su opinión sobre el Premio Galicia de Fotografía Contemporánea y la relación de la provincia de Lugo con el mundo de la fotografía

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Jose: Estudiaste Bellas Artes en Salamanca, pero antes de la carrera ya te habías iniciado en la fotografía ¿No es así? ¿Cuéntanos esa historia?

Daniel: Una cosa es contar esa historia y otra escribirla, por eso seré mucho más breve de lo que acostumbro. Por razones absolutamente azarosas me encontré estudiando Ingeniería Técnica Naval en Ferrol. Allí sentí por primera vez la necesidad de hacer fotos, supongo que el hecho de vivir fuera de mi casa fue determinante para mirar el mundo de otra forma, ¿quién sabe?. Ganar un concurso de dibujo terminó de convencerme para cambiar mi orientación académica. Allí mismo comencé a preparar el ingreso a la facultad de Bellas Artes de la mano del pintor Sergio Vázquez. Con el dinero del concurso y a plazos me compré mi primera cámara réflex.

J.: Me has dicho que dibujas desde los cuatro años, ¿Ya pensabas en la posibilidad de mezclar dibujo y fotografía cuando decidiste dedicarte más en serio a la creación fotográfica, o eso llegó más tarde?

D.: Dibujo, como todos los niños, desde que recuerdo. Fue en 4.º de EGB cuando el profesor, Álvaro, le recomendó a mi padre que me buscase unas clases particulares pues observó cierto empeño en mis dibujos. Yo solo recuerdo llenar libretas y libros con vaqueros, indios y piratas que era lo que veíamos los sábados por la televisión en blanco y negro. Aquel mismo invierno me apuntaron a las clases de Josefina Álvarez Pol con la que dibujé y pinté muchos años. Lo de unirlo con la fotografía estaba latente: desde los primeros intentos de fotografiar dibujos mezclados con objetos reales así como lo de pintar en las copias, pero fue el ordenador y la posibilidad de usar un programa de edición de imágenes lo que situó los dos mundos en el mismo soporte.

«En aquella época no había prácticamente nada, ni allí ni en ningún sitio. […] La biblioteca de la facultad era un desierto: ni publicaciones de fotógrafos ni teoría, ni técnica, ni historia.»

J.: ¿Cómo era la formación de fotografía en la facultad de Salamanca a principio de los noventa? ¿había libros del tema en la biblioteca?

D.: En aquella época no había prácticamente nada, ni allí ni en ningún sitio. Para aprender a revelar y positivar me apunté a la Sociedad Fotográfica de Salamanca. Recuerdo con cariño a Tomé y como me enseñó a revelar con doble baño de revelador, una sofisticación que no volví a repetir. La biblioteca de la facultad era un desierto: ni publicaciones de fotógrafos ni teoría, ni técnica, ni historia.

La profesora de fotografía, Ana Torralva, me recomendó asistir a un curso de verano que impartía Koldo Chamorro en Tarazona. Eso cambió todo. Empecé a leer a Barthes, Dubois, descubrír a Cartier-Bresson a Eugene Smith, Bernard Plossu…

J.: ¿Tengo entendido, quizá me equivoque, que la formación en la facultad de Salamanca es muy clásica? ¿es así? ¿Qué fue lo que más y lo que menos te gustó de cursar Bellas Artes?

D.: No sé que decir, en aquella época se decía eso mismo de Valencia y de Sevilla.

Lo que más me gustó de la carrera es que todo lo que hacía era interesante para mí, aprendía lo que me apasionaba y de una forma práctica, no tenía que enterrar tardes enteras en una biblioteca durante cinco años. Lo peor es la falta de cualidades pedagógicas por parte del profesorado. No sabían enseñar y nosotros no les exigíamos que lo intentasen. Recuerdo algún enfrentamiento personal con algún docente por este motivo y fueron los propios compañeros de clase los que lo exculparon.

No quiero dejar pasar la ocasión para recordar a Juan José Gómez Molina, grandísimo profesor en el que la conexión entre dibujo y fotografía estaba muy presente. Le debo lecturas fundamentales como Italo Calvino o Gaston Bachelard y la inspiración que supuso siempre su docencia y sus libros, en particular Las lecciones del dibujo (Madrid, 1995) y El desvanecimiento de la memoria (Toledo, 1998).

J.: ¿Cómo aprendes, y gracias a quien, si es que hay un quien, que la fotografía puede ser un proceso reflexivo?

D.: Creo que siempre se aprende solo, pero es verdad que cuando uno empieza es fundamental dar esos primeros pasos en la dirección correcta. Koldo Chamorro, fue sin duda ese primer maestro. Es cierto que su fotografía tenía un marcado carácter documental pero sus enseñanzas estaban dirigidas al interior de cada uno. Aún hoy resuenan en mí muchas de sus palabras.

J.: Cuéntanos tu experiencia griega, te fuiste el último año de carrera con una beca Erasmus y allí visitas un lugar muy interesante ¿no es así?

Cuando trato de recordar los años de la facultad casi me parece mentira que haya pasado allí tanto tiempo, en cambio, los apenas seis meses en Grecia ocupan casi toda mi juventud. Me pareció un regalo en su momento y puedo afirmar que sigue siéndolo. Emulé, en cierto modo, el Grand Tour, el viaje que solían tomarse los aristócratas británicos como complemento de su educación. Además de las vivencias y lo que supone como crecimiento personal en lo relacionado con la fotografía tuve la fortuna de acceder a la fabulosa biblioteca del círculo de fotógrafos de Platonas Rivelis. Allí pude ver todo lo que se estaba publicando así como los trabajos más emblemáticos de la historia de la fotografía. Recuerdo especialmente a Nan Goldin, que conocí en la inauguración de su exposición y proyección de diapositivas, The Ballad of Sexual Dependency, en Atenas.

J.: Tu primer libro se titula En tránsito, y lo publicas después de esa estancia en Grecia. Háblanos del proceso que viviste con ese libro, desde que decides hacer las fotos hasta que lo tienes acabado en tus manos.

D.: Para el viaje a Grecia me preparé leyendo la poesía de Cavafis y Elytis, El coloso de Marussi de Henry Miller… y también me compré una Contax T2 por recomendación de Ramón Loureiro, llevé una Yashica T4 compacta, una Nikon F-801 con un 50 mm. y cámaras de un solo uso, un cuaderno en el que no dibujé y decenas de carretes… allí descubro la música de Eleni Karaindrou, Omar Faruk… conozco a Riccardo, un erasmus italiano que se convierte en compañero de viaje en moto y amigo para siempre. Con todo eso y 24 años me dedico a mirar.

Tuve que revelar una parte mínima y organizar algo coherente para volver con las asignaturas aprobadas. Recuerdo que los profesores y alumnos se reían de mis imágenes. No me lo podía creer, ¡después de ver las fotos de Nan Goldin o Larry Clark! En mi desesperación me acompañaba mi amigo Riccardo que tenía mucha fe en uno de los profesores: era un personaje salido de un libro de Alberto García-Alix, traje de moto de cuero negro, pelo y barba larga que al ver mi portfolio asumió la responsabilidad de mi aprobado en contra de la mayoría de profesores. Me recomendó paciencia y que siguiese por el camino de la modernidad…

Cuando vuelvo a Salamanca hago el Curso de Aptitud Pedagógica y empiezo el doctorado. Aprovecho para montar una maqueta porque «tenía» que hacerlo, necesitaba ver esas fotos en forma de libro. Casualmente lo presento a las Becas para Jóvenes Creadores de La Junta de Castilla y León. Resulta vencedor y Alberto Martín se pone en contacto conmigo para hacer una edición más cuidada dentro de la colección Campo de Agramante, que él dirigía desde el Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca. Me presenta a Cristina Zelich y entre los dos me ayudan y me enseñan a montar En Tránsito. Un lujo.

Maqueta 'El viaje. En tránsito'. 1996

J.: Tu segundo libro se llama Mondoñedo e outras historias, tiene texto del escritor amigo tuyo llamado Ramón Loureiro, que has mencionado antes, y que también hemos entrevistado para esta web pues publicó dos libros fantásticos de fotografía documental a principio de la década de los noventa. Tu segundo libro no se puede encontrar en internet, sólo se pueden ver algunas fotos de él en tu web ¿De qué trata ese libro? ¿Cuál es su historia, cómo llegaste a ese proyecto?

D.: El resultado es un fracaso en casi todo pero seguramente el libro más importante para mí por lo mucho que aprendí. Mondoñedo es un monumento vivo, de literatura, de magia y Ramón Loureiro me propuso un ensayo documental antes de que todo eso cambiase. Fue producido enteramente en analógico. Llevé un diario de anotaciones y dibujos aún inédito. Tengo también presentes las conversaciones con Alex Piñeiro, Óscar Molina y el Merlín e familia de Cunqueiro. Es la única creación que se sale de mi territorio, es decir, voy a un lugar a hacer fotos y no al revés como he hecho siempre. Con la perspectiva que me da el tiempo lo considero una ampliación de la Terra Chá, no en vano el Seminario de Mondoñedo era un salida habitual para los hijos de las familias chairegas modestas como la mía. Tengo una deuda con ese proyecto, están todas las piezas, pero hay que encajarlas de nuevo.

Se hizo una única tirada a cargo de la Diputación de Lugo y el Concello de Mondoñedo que, casi en su totalidad, se entregó como obsequio en un acto que ya no recuerdo.

J.: No sé que piensas tú pero en mi opinión, y en mi caso particular, siempre prefiero la idea de que me publiquen un libro en una editorial que autopublicarme, creo que las editoriales deberían ser un punto legitimador para el fotógrafo y un punto de logística en cuanto a distribución, promoción y ventas. En Galicia eso no es posible, yo diría que es imposible hacerlo en cualquier editorial española, mínimamente grande, sin que te timen. Hace no mucho leí un artículo que decía que el 77% de los escritores de libros ganan menos de 1.000 € mensuales por derechos de autor, la mayoría de los autores tienen grandes irregularidades en sus contratos que no cumplen la ley, muchos no ven nunca el dinero de las ventas y que sólo un 0,001% representan el estereotipo al que el cine nos tiene tan acostumbrados, el de un escritor/a que vive bien de su trabajo. Un desastre… Al final siempre me descubro pensando en la autoedición de mi futura obra, pero lo hago con los dientes apretados, no me atrae nada el aura cool y moderno que la autoedición conlleva, personalmente sólo me atrae que mi libro sea vendido, que la gente me conozca para que puedan acceder a mi obra y que la editorial me pague de forma justa por un mínimo de ventas. Con la autoedición es cierto que no te prostituyes, pero seamos realistas, en cuanto al alcance que vaya a tener el libro… ¿Qué piensas tú de todo esto? Cuando tengas material suficiente como para publicar otro libro ¿Te gustaría volver a hacer una autoedición o que te lo publiquen?

«… mi obra no es tan importante económicamente como para que la tenga que legitimar una editorial, es decir, una empresa con ánimo de lucro. Creo que tenemos que ser nosotros [los fotógrafos] los que creemos esa plataforma de autopromoción. Por eso mi próximo libro, si lo hay, lo autoeditaremos.»

D.: Estoy de acuerdo contigo prácticamente en todo. Pero podemos matizar algunas cuestiones, empezaré por aclarar la última que planteas. Nunca me he autoeditado, lo más parecido a eso es el libro de Mondoñedo pero no coincide con la idea de fotolibro tal como lo entendemos hoy. En contra de lo que planteas, no me veo publicando en una editorial, ¿en cual? Me gustaría que de iniciativas como esta que impulsas salga un colectivo de fotógrafos con intereses comunes, al menos por un tiempo, y den lugar a propuestas en las que mi obra tenga un espacio. Pero eso es una utopía ahora mismo. Lo que creo, para terminar por el inicio de tu pregunta, es que mi obra no es tan importante económicamente como para que la tenga que legitimar una editorial, es decir, una empresa con ánimo de lucro. Creo que tenemos que ser nosotros [los fotógrafos] los que creemos esa plataforma de autopromoción. Por eso mi próximo libro, si lo hay, lo autoeditaremos.

D.: Nada me gustaría más que a raíz de este proyecto se crease una comunidad con cierto poder…

J.: Perdona que le de tantas vueltas al mismo tema pero es que un 0,001% de autores es ¡nada!, antes de leer ese artículo sospechaba que la cosa era precaria pero no una distopía. Piensa en todos esos libros que ves en las secciones de los centros comerciales: de cocineros, dietas, viajes, ejercicio, salud…

D.: Sí, los veo pero no compro ninguno y los que los compran no comprarán el mío.

J.: Empezaste en los noventa a comprar libros de fotografía ¿Cuál ha sido el primero que compraste, el último, y cuál será el próximo?

D.: Los ya nombrados: La cámara lúcida, El acto fotográfico y ASPONTES de Ramón Loureiro [también entrevistado en esta web], pero ya que estamos, recuerdo muy bien cuando compré The lines of my hand de Robert Frank , Los años almerienses de Plossu, Los malheridos, los bien amados, los traidores de Alberto García Alix, Hacia una filosofía de la fotografía de Wilém Flusser y muchos más. Los últimos han sido: Encarnados de Tono Arias, Fotografía etnográfica 1960-1980 de Carlos Valcárcel, Orixes e consolidación da fotografía en Lugo de Eduardo Ochoa, Estética Fotográfica y Poemas del alquimista de Fontcuberta. El próximo será Las máscaras del fin del mundo de Ramón Loureiro con dos fotografías mías, una de Mondoñedo en la portada y un retrato de Ramón en la solapa. Puede que pienses que no es un libro de fotografía, pero para mí lo son todos los libros que me hablan de experiencias y sentimientos que son el sustento de las imágenes, ¿o al revés?.

J.: ¿Has sufrido algún tipo de transformación interna a la hora de verte a ti mismo dentro del mundo fotográfico? Me refiero a que si siempre has querido realizar el tipo de trabajos que haces o si antes de llegar a esa idea eras el típico joven que quería emular a Sebastiao Salgado.

D.: Llevo pensando y sintiendo en términos fotográficos desde los 20 años y voy a cumplir 50, he cambiado y sigo haciéndolo. El lugar en el que estoy es siempre una sorpresa para mí. Lo digo con todo el sentido pues he pasado la mayor parte de mi vida en el mismo espacio físico y lo que ha cambiado es mi mirada. Claro, como dices, he querido ser Salgado, Plossu, Vari Caramés y muchos fotógrafos, por supuesto estoy usando el masculino genérico, y todos los poetas, los cineastas, los escultores, pintores que me han «hablado», y el ser un poco cada uno de ellos me dirige hacia mí.

J.: Te ganas la vida dando clase, eres profesor en dos centros ¿Qué tipo de enseñanza impartes? ¿Tiene algo que ver con la creación? Y de ser así ¿Te ayuda tu trabajo de docente a mejorar tu obra o por el contrario es un impedimento?

D.: Soy profesor de secundaria e imparto la materia de Educación Plástica, Visual e Audiovisual. Recientemente me he incorporado como Profesor Asociado en la Facultad de Formación do Profesorado de la Universidade de Santiago de Compostela en el Campus de Lugo en la materia de Didáctica da Educación Plástica. Son complementos perfectos para la creación, especialmente el contacto con la universidad y los compañeros de Departamento, los también artistas plásticos Salvador Cidrás y Vicente Blanco, no han hecho más que afianzar y ampliar mis convicciones en cierto modo autodidactas. Enseñar para aprender y transmitir el entusiasmo al alumnado son otros privilegios de esta profesión. Hay, no obstante, un inconveniente: el tiempo y la energía empleada en la docencia y en mi familia no me permiten a día de hoy la concentración necesaria para avanzar como me gustaría. En cualquier caso no todo florece al mismo tiempo y tengo mucha ilusión en los proyectos que estoy viviendo y en los que estoy soñando.

J.: Cuando ganaste la primera edición del Premio Galicia de Fotografía Contemporánea escuché decir que tu trabajo era de extrema calidad, a mi me extrañaba mucho no conocer tu nombre ni de pasada, más me extrañó tiempo después cuando descubrí que ya habías publicado dos libros antes del premio. Me da la impresión, que para algunos que somos del Eje atlántico, Lugo, en términos fotográficos, es una tierra «lejana y misteriosa». Lugo ha tenido siempre una actividad fotográfica importante, de hecho el premio que ganaste está financiado en parte por la Diputación de Lugo que ha apostado generosamente por algo tan necesario para la fotografía, no de Lugo, si no de toda Galicia. (Aprovecho para darles las gracias por el premio y decirles que espero que nunca retiren esa financiación) ¿Te da a ti la impresión de que Lugo, en términos fotográficos, está un poco aislada del resto de Galicia?

D.: Es muy curioso todo lo que comentas. Piensa que a finales de los años sesenta y principios de los setenta el concurso Folla de Carballo organizado por la Agrupación Fotográfica de Lugo era uno de los más prestigiosos de España (Ochoa, 2019) y ahora El Premio Galicia de Fotografía Contemporánea nace con la misma intención. En ese sentido Lugo sigue a la misma distancia. Otra cosa bien distinta es el mercado del arte, del que esta ciudad no es una referencia. Entiendo que vincules tu desconocimiento de mi obra y el de la actividad fotográfica en Lugo pero no están relacionados. Fue mi única exposición individual en Lugo. En mi ciudad también soy un desconocido.

J.: ¿Cómo es la actividad cultural en torno a la fotografía ahora mismo en Lugo? ¿participas en ella?

D.: Lo cierto es que la conozco muy poco y no participo en ella ni en casi nada, valga como ejemplo el tiempo que he tardado en responder a esta entrevista.

J.: Cuando me enteré de la existencia del Premio Galicia de Fotografía Contemporánea y de las intenciones de sus creadores de perpetuarlo en el tiempo y de convertirlo en un referente me alegré mucho, me pareció una gran idea y pensé que al cabo de pocos años sería como el premio nacional de fotografía pero en nuestro país, Galicia. Tiempo después me di cuenta de que mucha gente del medio fotográfico no lo respeta demasiado, algunos lo critican por no dar dinero al autor, la gente respeta más el premio Ksado por la cuantía económica y porque lo han ganado veteranos fotógrafos gallegos. En el caso del PGFC muchos no se presentan porque creen que ellos no deben legitimar el premio con su nombre, piensan que el premio debe darle prestigio a ellos, y que al ser este un certamen moderno, no ganado por ninguna «vaca sagrada», eso no ocurrirá ¿Tú que piensas de todo esto? Y ¿Qué supone para ti haber ganado una edición del Premio Galicia de Fotografía Contemporánea?

D.: Son dos preguntas con respuestas contradictorias. Por un lado creo que el Premio está donde han sido capaces de llevarlo sus responsables con la mejor intención. No se le puede echar la culpa a los fotógrafos. Ciertas incongruencias pasan factura con el paso del tiempo, ya las comentas tú y están muy claras. Desde el principio me pareció que este premio era importante para la fotografía y para Galicia. Por mi parte el compromiso fue total y sigo creyendo que es un acontecimiento necesario.

Entrando ya a nivel personal, fue importantísimo dado mi distanciamiento del mundo artístico. Un reconocimiento a un trabajo desconocido que de otra forma seguiría en el olvido. Pienso en las maquetas hechas a lo largo de varios años con Fernando Fuentes y las aportaciones de Ortiz Monasterio o de Navia que fueron decisivas. El aspecto más importante, sin duda, la madurez que proporciona la puesta en marcha de los proyectos artísticos, es decir, su materialización y socialización.

J.: Da la impresión de que tus imágenes son fotografiadas con película ¿Positivas tú de forma tradicional o escaneas el negativo?

D.: La mayor parte de las fotografías son tradicionales, es decir, con negativo y revelado químico pero el tratamiento previo y el positivado son digitales. Me encuentro muy cómodo con los programas de retoque fotográfico, mucho más que en el laboratorio pero no me pasa lo mismo con la cámara digital.

J.: Háblanos de tu trabajo ganador del Premio Galicia de Fotografía contemporánea. Se titula Posesións para un esquecimento, y corrígeme si me equivoco, pero da la impresión de que son un grupo de series fotográficas distintas puestas juntas gracias a su denominador común, A Terra Chá.

D.: Como toda la fotografía, aspira a compartir experiencias y sentimientos.

El proyecto es un viaje subjetivo al microcosmos personal y cotidiano que físicamente se corresponde con un espacio de unos 6 km de radio en la Terra Chá lucense. Se ordena alrededor de cuatro escenarios muy significativos en mi memoria, en la colectiva y en la Historia.

'Posesións para un esquecimento'. «Arneiro»

En las imágenes se mezclan los ecos de las palabras de la historia personal y de la comunidad. Quieren ser una aportación a la construcción social del pasado, proponiendo otro olvido distinto al de los medios de comunicación o a la desidia institucional. Formato y lenguaje alternativos para dotar de visibilidad y de existencia a un espacio común, sin actualidad, sin audiencia a la que impactar.

Quería que tuviese, en un primer vistazo, un carácter documental, de ahí su formalismo en la composición y el blanco y negro. A partir de esta premisa he ido forzando esos recursos visuales para conseguir un expresionismo contenido, por ejemplo montando fotos del mismo lugar, unas sobre otras, hechas a lo largo de los años para provocar esa sensación de fragilidad de la memoria, con los límites difusos, con elementos que están pero no del todo. En otros casos me he servido del dibujo para suplir lo que no puedo fotografiar, o por la misma razón acudo al Archivo Provincial y recreo imágenes perfectamente coherentes de paisajes que no han existido nunca. Continúo fotografiando los mismos lugares y otros muy próximos, que aún no he podido mostrar, que enriquecen emocionalmente las relaciones entre ellos.

J.: En la página 61 de tu libro Posesións para un esquecimento se ve una foto muy sugerente, en ella se muestra el paisaje de A terra Chá y un cable tensado en primer plano, este cruza el encuadre de arriba abajo justo por el medio de la imagen ¿qué estamos viendo ahí? ¿Por qué te interesa tanto esa foto? ya que formó parte de la exposición itinerante Territorio expandido organizada por el Outono Fotográfico.

D.: Aparte de la belleza de la imagen está toda la vivencia que la rodea. Es una toma sin retoque digital, subido a la Antena do Arneiro, ya desaparecida. Tenía unos cien metros de alto y se movía con el viento, aunque éste no fuese perceptible. Los cables que la sujetaban, como el de la imagen, estaban deteriorados por el abandono y todos me aconsejaban que no subiese. La vista desde allí invocaba la de un mar en calma, curiosa relación con su función: servir de guía a modo de radio-faro a los aviones, barcos y submarinos alemanes en el Atlántico durante la 2.ª Guerra Mundial. Enfrentar esa imagen al océano que iluminaron las antenas ocultas en la chaira me pareció un gesto de cierta entidad simbólica. Pero no me hagas caso, yo vivo los acontecimientos buscando significados ocultos o que sólo existen para mí.

«Las fotos panorámicas tienen dos metros y en el libro apenas medio. Este tamaño está justificado, no es el recurso habitual al gran formato y así encajar en el concepto de arte contemporáneo. Son fotomontajes llenos de detalles que permiten una lectura más atenta.»

J.: Ya sé que esto es una cuestión técnica sin importancia pero tengo curiosidad por saber como has introducido los aviones en varias de las imágenes de Posesións para un esquecimento.

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J.: Algunas de tus fotos son muy alargadas ¿Utilizas cámaras panorámicas?

D.: Te contestaré a las dos preguntas juntas. No deja de sorprenderme y me encanta que me comentes estas cuestiones porque me sirve para incidir de nuevo en el aspecto documental, lo que me llevó mucha reflexión y trabajo.

Te pregunto: ¿has visto la exposición o solo el libro?

J.: Reconozco con pena que no he visto la exposición.

D.: Las fotos panorámicas tienen dos metros y en el libro apenas medio. Este tamaño está justificado, no es el recurso habitual al gran formato y así encajar en el concepto de arte contemporáneo. Son fotomontajes llenos de detalles que permiten una lectura más atenta. Dejo muchas pistas y evidencias que van más allá de simples ejercicios de estilo. A una distancia pasan desapercibidos y a otra son claves para su interpretación. Busqué un equilibrio entre el collage y el trampantojo pero conservando un aspecto de verosimilitud. Tu relación con la fotografía te permite cuestionar aspectos técnicos pero un espectador medio no puede descifrar de una forma inmediata que clase de imagen tiene ante sí. Además, el texto poético les aporta esa capa que las convierte en relevantes, les da el valor que yo les doy ahora, no cuando las tomé. Otros textos añaden la dimensión histórica, de la que no se salen porque no son ficción, pero tampoco pretenden argumentar o demostrar ninguna investigación académica.

Para no seguir divagando, te diré que algunas de las fotos alargadas tienen más de 50 capas, entre ellas las avionetas por las que preguntas, lo que le otorga a la obra una densidad que le permite al espectador otros niveles de lectura. Así es mi cámara panorámica.

Panfleto de su 1.ª exposición en la Galería Sargadelos de Ferrol. Comisariado, texto y coedición del trabajo de Ramón Loureiro Calvo

J.: ¿Tienes alguna filosofía acerca del uso de las distancias focales en tus trabajos?

D.: Sigo al maestro Koldo. La imagen más parecida a la mirada es la que da el 50 mm pero el 35 mm da una sensación más cercana a la visión, al propio movimiento de los ojos, aunque veamos solo enfocada la parte central de una escena la hemos recorrido antes con la mirada. En cualquier caso, como he dicho, mis imágenes tienen que ver más con experiencias y sensaciones no con elementos ópticos concretos.

J.: Antes has dicho algo sobre algún trabajo que estás realizando sobre A Terra Chá ¿Qué proyectos, si puedes decirlo, tienes en mente para el futuro?

D.: Tengo al menos tres series, como las has llamado, que seguirán completando este ensayo documental. Una sobre el pueblo que sirve de centro a todo este territorio, un pazo que aporta raíces en el tiempo y un relato visual que lo sitúa en la historia del mundo.

J.: Sería interesante ver un trabajo tuyo sobre la ciudad de Lugo, o dicho de otra manera, conocer algún aspecto de la ciudad de Lugo gracias a tu experiencia y perspectiva visual ¿Podría ser eso posible en un futuro?

D.: Tengo en mente continuar con esta línea en el territorio de la ciudad, de hecho era mi primer proyecto, ayer, en el año 1996. Como homenaje a esa época queremos recuperar esas fotos y montar un libro muy pequeño con las palabras de Miguel Ángel Curiel, poeta y compañero de paseos por la ciudad.

30-12-2020